El nacimiento del hombre
El hombre nace a imagen y a semejanza de Dios, pero esta imagen es móvil como los reflejos del agua cuando pasa la mano del viento. Si la vida es una danza, es una danza de átomos. El hombre es la expresión pura.
"Tout bouge" decía Lecoq, tout bouge entonces, todo canta, desde las estrellas hasta las margaritas.

Escuela de teatro, escuela de vida
Cuando pienso en una escuela de teatro pienso en personas amigas como Durcheim, Tagore y también en el viejo Montaigne, luego en Edith Stein, John Dewey…todos estos son nombres que no tienen que ver con el teatro, pero desde luego con la educación. Gracias a ellos he podido imaginar una escuela sin muros.

Una escuela con una cocina para reunirse y tomarse un café alrededor de algún texto del grande William. Con el propósito de estudiar las antiguas historias chinas, tibetanas, hindúes, los mitos griegos, hasta zambullirse en el mundo de los clowns. Es decir, desde la tragedia…hasta los clowns.
Detrás de todo esto un objetivo: el viaje a ojos abiertos, el encuentro con Sócrates, o sea el mundo del conocimiento. Una escuela que propone direcciones precisas y que pide a los alumnos ir sobre todo hacia otra parte, hacia la dirección que no existe. Todavía. No hablo de la ausencia, más bien de la presencia, qué decir, el mundo es extraño e incomprensible y sólo la mirada de los niños logra capturar la vastedad.
Hablo de una escuela en donde se toma el café con una cucharadita de infinito.
Esto no es serio. Efectivamente y por suerte. No ser serio es el único modo válido para enfrentar la vida.