Soy Emmanuel y soy professor de teatro, creo, desde hace dos siglos y medio. El tiempo pasa veloz, suspira mi reloj, pero yo no me he dado cuenta de nada... por tanto me gusta el arte del asombro: enseño sobre todo el clown, entonces. He viajado desde la escuela de Lecoq, en París, hasta Lima, en Perú; donde Dimitri, en Suiza, al Circo a Vapore en Roma, escuela que he dirigido por veinte años después de haberla creado con Silvia Marcotullio y Fiammetta Bianconi. Enseñar es el arte de ser cada vez más un principiante - me dice cada día el gato - tengo un gato filósofo y un reloj roto.
Enseñar significa lavarse cada día las neuronas en el manatial más cercano. Claro, no es fácil encontrar un bello manantial pero tampoco es fácil renovarse.
Enseñando el clown he aprendido muchas cosas importantes, luego las he puesto en una maleta que he dejado en la estación: me gusta viajar con las manos abiertas. Le he preguntado a mi gato por qué la gente está llena de miedo - Será el peso de los pensamientos - me ha respondido. Así, para estar ligero hago un poco de jogging, un poco el ama de casa, pinto y actúo fábulas tibetanas; toco inclusive mejor de John Lennon. El resto del tiempo llevo a mis hijos al colegio, escribo libros incomprensibles y vivo con Lulú.
La vida es un gran circo.